miércoles, 23 de febrero de 2011

Turbonegro - "Apocalypse Dudes"



Hay discos a los que uno lleva queriendo meterle mano desde que se puso frente a un ordenador para dar buena cuenta de sus filias musicales, pero entre una cosa y otra, pasa el tiempo y no se les otorga el espacio que merecen. Incluso discos y grupos que he descubierto más adelante se han colado de mala manera para pillar sitio en la blogosfera. Quién sabe, quizás es el respeto que nos infundan esos redondos el que hace que no los encaremos a tiempo.

 Turbonegro han sido, lo digo ahora y aquí, un grupo fundamental en mi background. Les debo un sinfín de buenos ratos y los asocio a otros tantos momentos dulces de mi adolescencia, cuándo todo el tinglado del Rock And Roll se comenzaba a ir abriendo ante mí. No dudo que, desde el punto de vista de un extraño, debe resultar inquietante que alguien considere entrañables a unos tipos enfundados en denim, sórdidas temáticas homoeróticas y decadentismo, pero bueno, no hay ley, afortunadamente, que regle la cordura de nuestros afectos.

 Los noruegos fueron parte activa de la llamada escena escandinava, aquella explosión que asoló el  underground en la Europa del ocaso de los 90's y que, junto al buen hacer al otro lado del océano de bandas como Supersuckers o Nashville Pussy, consiguieron mantener viva la llama del Rock'n'Roll más genuino y guitarrero. Al igual que sus compañeros de escena, nuestros protagonistas venían del Punk/Hardcore pero con el tiempo fueron refinando su sonido y sus formas hasta que, tal y como les pasó a Gluecifer o The Hellacopters, acabaron alcanzando la atemporalidad, para desesperación del sector más straight de sus acólitos. Y es que,  para alguien con cierto magisterio en cuestiones de R'n'R subterráneo, "Apocalypse Dudes" es un álbum totalmente inesperado. Me explicaré: La banda venía de editar un pequeño clásico, "Ass Cobra", una obra heredera en gran medida de Black Flag y que suponía algo así como el colofón a un primer periplo jalonado de cambios de formación constantes y reconocimiento mínimo. Así las cosas, lo lógico era pensar que la banda no se movería demasiado de esas coordenadas y que, con el tiempo, se irían sin hacer mucho ruido. Afortunadamente, nada de eso tuvo lugar.

 Pese a mediar dos años entre el disco que nos ocupa y su antecesor, la banda había avanzado un mundo compositivamente hablando. Seguían manteniendo el poso punk pero abrieron de par en par las puertas al Hard Rock. Sí, la influencia de gente como Poison Idea o los Misfits seguía latente, pero más palpable aún era el rastro de grupos como AC/DC, Alice Cooper o The Dictators. Gran parte de las culpas de este golpe de timón tenemos que echárselas al por aquel entonces flamante guitar hero de la banda, Euroboy, que en este disco es poco menos que una máquina de facturar un riff glorioso tras otro. Asimismo, la presencia de teclados cortesía de Pal Pot Pamparius reforzaba la nueva apuesta sónica de la que hacía gala la banda.

  Permítanme que me ahorre hacer un comentario exhaustivo, canción a canción, del disco: Estamos ante una colección de himnos perfectamente nivelada, a caballo entre el Punk Rock 70's, el Hard Rock y el Glam.
Creo firmemente que éste es uno de esos discos, al igual que el "Highway To Hell" o los primeros LP's de Motorhead, en el que cada canción cumple de sobras su cometido. ¿Exagerado? Para mí no, desde luego. Mis highlights particulares son, cómo no, la inicial "The Age Of Pamparius" (Nunca una letra sobre pizzas dió para tanto),"Get It On", pese al descarado parecido que guarda con el "I Just Wanna Something To Do" de los Ramones (o precisamente por eso, quién sabe), la fantasía homoerótica y western en la letra de "Prince of the Rodeo", el tono contenido, nocturno y peligroso de "Are You Ready (For Some Darkness)?", las exhibiciones guitarreras en "Humilliation Street" y la gran final con "Good Head".

 Hay gente que no duda en señalar a "Apocalypse Dudes" como el mejor artefacto de Punk Rock de los 90's, y eso, en una década que vivió los últimos lanzamientos de los Ramones, es mucho decir. Otros, como Henry Rollins, van incluso más allá y le conceden a la banda de Happy Tom el honor de haber editado la cima europea del género. Yo, por mi parte, prefiero dejar a un lado esas conjeturas y sumergirme en el hedonismo decadente y lascivo con el que estos noruegos terminaron de forjar el comienzo de su culto.

sábado, 19 de febrero de 2011

New York Dolls - "New York Dolls"


 Una de las muchas subdivisiones que podemos aplicar a nuestro mundillo es la que sigue: Hay bandas que hacen Rock And Roll, otras, por contra, son Rock And Roll. Y no creo que sea necesario aclarar a estas alturas del partido a que categoría pertenecen las muñecas de Nueva York.

 Surgidos en la ciudad de los rascacielos a comienzos de los 70's, su sonido era algo así como el punto de encuentro entre el R'n'R primigeneo y negroide de tipos como Chuck Berry y Bo Diddley, el sentimiento poppie y urbanita de grupos como The Ronettes y las Shangri-Las y, cómo no, The Rolling Stones. Y es que si hay una influencia que resultaba evidente en el imaginario de la banda, esa era la de los ingleses: Johannsen y Thunders eran la versión Proto Punk y Post-Detroit (tanto en lo estético cómo en lo musical) de unos Jagger/Richards ya de por sí bastantes desquiciados (cabe recordar que eran los días de la resaca "Exile On Main St.", cristalizada en "Goats Head Soup")

 Pese a tratarse del debut de la banda, los New York Dolls no eran ningunos primerizos, y ya venían de vuelta de conciertos ante audiencias complicadas (Sirvan de sendos ejemplos su debut en un refugio de vagabundos y su labor como teloneros de... Lynyrd Skynyrd!) tours internacionales, como el que les llevó a abrir para Rod Stewart en las islas británicas e incluso vivir la pérdida de uno de sus miembros en circunstancias trágicas, caso de la sobredosis, en ese mismo periplo inglés, de su primer batería, Billy Murcia.

 Para su primer largo, bajo la batuta del mítico Todd Rundgren, las armas a emplear no iban a ser otras que las consabidas: Inmediatez, crudeza y chulería. "Personality Crisis" se encarga de poner las cartas boca arriba, un Rock And Roll enloquecido, salvaje, digno del "Exile..." Stoniano pero con una actitud definitivamente más suburbana, más sucia. "Looking For a Kiss" rezuma contención y en "Vietnamese Baby" saben mostrarse enigmáticos y peligrosos. Si a esas alturas todavía no has caído rendido ante los riffs asesinos de Johnny Thunders y Sylvain Sylvain y la actitud chulesca e histriónica de David Johanssen, dos opciones: a) Sube el volumen, y si ni por esas, b) Háztelo mirar.

 Nos dan tregua con "Lonely Planet Boy", un corte acústico, que no habría desentonado para nada en el "Sticky Fingers" (o en el "Teenage Head" de los Flamin' Groovies, otros que tal bailan) Para retomar el pulso en "Frankenstein", el que quizá sea el corte más experimental del redondo. "Trash" es otra de las cimas indiscutibles de la banda, un pildorazo rebosante de inmediatez, unos coros magistrales y un riff adictivo. Una canción perfecta. Es en "Subway Train" donde dan rienda suelta a la faceta más poppie vía Shangri-Las de las que os hablaba unas líneas más arriba, pasada, eso sí, por un tamiz eminentemente guitarrero y crudo. Ya en la recta del final del álbum nos encontramos con una sólida relectura del "Pills", de Bo Diddley, a la que le sustraen el tono luminoso del original a cambio de un sentimiento cuasi-Punk y "Private World", firmada a pachas con el bajista Arthur "Killer" Kane y con un sonido que nos retrotrae, aún remotamente, al beat de la britsh invasion. A modo de grand finale tenemos uno (otro) de los himnos impepinables de la banda, "Jet Boy", con un riff casi tan mítico como las palmas del comienzo.

 Con una carta de presentación tan avasalladora como la que nos ocupa, ¿Se comieron algo los Dolls? Siendo francos, y hasta generosos, poca cosa. Condenados por su mala estrella y su condición autodestructiva y quién sabe si víctimas de, tal y como afirmaban en su segundo largo, ofrecer Too Much, Too Soon sus andanzas fueron, en este primer periplo, pasto de minorías. Con eso y con todo, "New York Dolls" marca el comienzo (¿o culminación?) de una nueva manera de entender el Rock, tan cruda como glamourosa, así como el inicio de su particular mitología, jalonada de carmín, muertes y electricidad. Y por muchos años.

sábado, 12 de febrero de 2011

KISS - "Rock And Roll Over"



 El mundo del Rock and Roll, al igual que cualquier otro tinglado de base más o menos cultural, también sufre de la presencia de tópicos, conceptos basados, en el mejor de los casos, en medias verdades y prejuicios que, para colmo, suelen ser acatados por la inmensa mayoría de la escena (Por darle alguna denominación...) como hechos inamovibles, verdades templarias.

 Así, al igual que para muchos Dylan es un folkie izquierdoso (Un periplo que, siendo generosos, supone un 15% de su carrera) y AC/DC o Motorhead, deudores de Chuck Berry hasta el tuétano, Heavys (?), a KISS le toca el nada llevadero sambenito de horterones petardos, adalides del mal gusto y, en definitiva, de grupo que le debe más a toda su parafernalia que a la música que facturaron. Basta darse un garbeo por estos mundos de la red para corroborar la impresión que generan. Bien, si vamos a crucificar a un grupo por asociar espectáculo a su música añadamos a la lista negra al father of invention, Screamin' Jay Hawkins. Y a Alice Cooper, Jayne County, The Rolling Stones, The Tubes... En cuanto al apartado estrictamente musical, cierto es que se les pueden achacar muchas de las acusaciones de las que han sido víctimas: A partir de su etapa 80's, claro.

 En los 70's KISS eran un engranaje de Rock And Roll perfectamente engrasado, bien lejos de las pretensiones Hard & Heavys que le entraron en la década próxima. Habían aterrizado en la escena a comienzos de la década, sin ocultar su animadversión hacia formaciones como Grateful Dead, y reclamando una vuelta a la inmediatez del buen y viejo R'n'R primigeneo (eran de Nueva York, ¿Qué esperábais?) En su equipaje, abundante material del otro lado del océano, bien de los viejos grupos de la british invasion, bien del incipiente Glam. También bebían, muy a su pesar y por mucho que lo nieguen, de unos paisanos de categoría: New York Dolls.

 "Rock And Roll Over" es la piedra intermedia de la que sin duda sería la más granada trilogía de entre que editó la banda, completada con "Destroyer" y "Love Gun". Además es su álbum de transición , delimitando la frontera entre el Rock n' Roll áspero y contundente de las primeras entregas con el leve acercamiento a matices más Hard Rock que estaba al caer.

 Los ingredientes no eran otros que los acostumbrados: El carisma vocal de Paul Stanley, los coros de Simmons y su punzante bajo, la bateria seca y efectiva de Peter Criss, y sobre todo, los riffs de Ace Frehley, simples e hiperadictivos. Curioso lo de este guitarrista, tan vindicado hoy día como denostado por la facción más Heavy de sus seguidores cuando, en los albores de los 80's, fue expulsado del seno de la banda en favor de un corremástiles de cuyo nombre no quiero acordarme. Eran en definitiva, y, salvando las distancias, como sus adorados The Beatles: Una banda de cuatro piezas.

 Si por algo se distingue "Rock And Roll Over" es por ser un álbum perfectamente homogéneo, donde se antoja especialmente díficil escoger una canción por encima de otra. Aquí no hay singles preclaros e himnos impepinables como "Detroit Rock City" o "Rock And Roll All Night". Lo que sí encontramos es una colección de riffs memorables y estribillos coreables. Cortes llenos de electricidad y chulería como la inicial "I Want You" o "Calling Dr Love"; melodías soberbiamente construidas como la de "Mr Speed" y odas al desenfreno guitarrero, caso de "Makin' Love". Mención especial merece "Hard Luck Woman", donde el siempre entrañable Criss salta de los parches al micro, poniendo voz a lo más rootsy y Rod Stewart que jamás hayan grabado los cuatro enmascarados.

 En definitiva, y para ir concluyendo, si sois de esos que no se han atrevido a ahondar en el legado 70's de la banda repelidos por su imagen de superhéroes Marvel , escaldados de su producción ochentera o hartos de las chorradas que suelta Gene Simmons cada vez más a menudo, os invito a poner vuestros prejuicios a buen recaudo, al menos durante la poco más de media hora que dura este "Rock And Roll Over", uno de esos artefactos de Rock atemporal que te iluminan el día.