domingo, 28 de julio de 2013

Tommy James & The Shondells - "Crimson & Clover"


  Prototipo del artesano pop que supo cabalgar la ola bubblegum sin renunciar a un cierto afán de experimentación, Tommy James ya había logrado encadenar algunos singles de relumbrón que casi preludiaban lo que sería el power pop. Desde la esquirla cuasi frat-rock de "Hanky Panky" a la más que beatelesca "Gettin' Together" pasando por "I Think We're Alone Now", cándido número que sería revisitado casi una década después por otros orfebres de la melodía, The Rubinoos; Su concepción eminentemente preciosista del rock encontraría justa resonancia, que no reconocimiento, en los compases del siguiente decenio.

 Pero nada puede compararse a "Crimson And Clover". Porque "Crimson And Clover" lo culmina todo. Porque es una canción pop perfecta. Porque, pese a que coronó charts a su paso, no es un hit single al uso. Porque ese extraño riff de tres acordes (en Mi abierto) envuelve una canción enigmática, onírica, mágica. Tortuosa, a su manera, que termina de despegar hacia la dimensión desconocida cuando una voz absolutamente distorsionada -la de James- comienza a repetir, cual si se tratase de una letanía, eso de "crimson and clover, over and over" hasta que el mantra entronca con un delicado solo de guitarra que termina por finalizar el tema. Pese a que el tema tratado era de primero de pop (chico-no-conoce-chica-pero-la-ama-igualmente), el tratamiento del mismo, tan sinuoso, tan perturbador, no lo era en absoluto.

 La cara B traía un tema de presupuestos más convencionales, "Some Kinda Love", qué pese a no rayar a la altura de su compañero del anverso, era un genuino pildorazo de proto-power pop, una explosión controlada de algo más de dos minutos a base de coros desbordantes y poderosas melodías qué cristalizaban en todo un chute de endorfinas.

 No se nos escapa la sutil influencia que éste single ha dibujado a lo largo de las décadas. Podríamos hablar de las ya mentadas huestes del power pop; de la cantidad de relecturas de las que ha sido objeto; los samplers a los que ha aportado base; el sinnúmero de melodías que se basan en ese patrón de acordes*. Podríamos, en fin, ponernos a hablar de la grandeza de "Crimson And Clover" y no acabar nunca. Over and over.


* Si hay alguien que no puede negar que una copia de "Crimson And Clover" cayó en sus manos en el otoño del '68, ese es Lou Reed. Además del manifiesto parecido del riff de "Sweet Jane"  con el del tema homónimo, se ve que el título de la cara B le gustó lo suficiente para nombrar de idéntica manera un tema, de muy distintos mimbres eso sí, de su tercer elepé con la Velvet.

sábado, 20 de julio de 2013

The Rolling Stones - "A Bigger Bang"


  Cuándo ya nadie esperaba nada discográficamente hablando por parte de The Rolling Stones, éstos, propulsados por el repunte de popularidad y los fastos que supuso la celebración de su cuarenta aniversario, para sorpresa de propios y extraños, se destaparon con el lanzamiento de una nueva obra.

 "A Bigger Bang" adolece, a priori, de los mismos defectos que lastraron a piezas pretéritas como "Voodoo Lounge" o, especialmente, "Bridges To Babylon", a saber: Superávit compositivo que se traduce en un número exagerado de canciones (dieciséis, nada menos), momentos donde se acusa cierta tendencia al piloto automático, así como la inclusión de canciones que habrían estado mejor engrosando la producción solista de Jagger.  Sin embargo, nos encontramos ante un grupo sonando acorde a sus tiempos, sin escudarse en vergonzantes revivalismos de su propio legado ni quedándose en el intento de reverdecer laureles, que ha sabido madurar -con- su sonido sin llegar a estancarse en los parámetros de la fórmula, entregando una colección de canciones que, pese a hacerse larga por momentos, llega al notable sin mayores aspavientos.

 El album abría fuego con una tripleta ganadora, que confirmaba el buen estado en que se encontraban: El rotundo rock and roll inaugural de "Rough Justice"  daba paso a la deliciosa "Let Me Down Slow" que a su vez precedía al riff maestro que envuelve la chulesca "It Won't Take Long". La impresión que producen es común: Pese a haber tardado casi una década en entregar material nuevo, el resultado está a la altura. La voz de Jagger parece inasequible a la erosión del tiempo, y parece que la producción deja más espacio a las guitarras de Richards y Wood, algo difuminadas en el trabajo inmediatamente anterior. Tras semejante apertura, la discotequera "Rain Fall Down" sabe definitivamente a poco.

 "Streets Of Love" es el single indiscutible e indiscutido del album. Y cómo suele pasar con ésta clase de productos, capaz de generar reacciones de lo más opuestas. Desde los que lo consideran una perfecta carta de presentación en forma de exquisito pop a los que echan espumarajos por la boca ante lo que consideran como una descarada concesión a la comercialidad. Servidor, lo confiesa, pertenece a la primera categoría.

 "Back Of My Hand" ofrece, por fortuna para los puristas, todo un remanso. Una excursión al blues crudo,  cargado de slides y sentimiento deslavazado qué remite, indefectiblemente, a lo que se traían entre manos los stones de los viejos tiempos, aquellos que grababan en las dependencias de Chess covers de lo más granado de la música negra del momento.

  Con un insólito line-up reducido a los cuatro miembros supervivientes, con Mick haciéndose cargo del bajo, pulen un disparo de rock and roll de envidiable factura, "She Saw Me Coming" que da paso a uno de esos números que no habrían desentonado en un disco solista del cantante: "Biggest Mistake". Corte pop de costuras ciertamente melancólicas qué mantiene el tipo de sobra.

 "This Place Is Empty" es el primer momento a mayor gloria de Keith que nos brinda el redondo, y una  de las mayores exhibiciones de feeling que podemos encontrar en él, con un Kiz sonando -casi- como uno de esos artesanos de la canción de la era pre-rock, al estilo de Hoagy Carmichael. En ésta sentida balada en la que se funden acústicas y teclas podemos encontrar versos preñados de un dulce desencanto ("Come on, honey, bare your breasts/ And make me feel at home/ You and me we're just like all the rest/ And we don't want to be alone") que redondean un momento a vindicar, pese -o quizá por- a la aparente falta de pretensiones.

  Refrescante cambio de tercio el que supone "Oh No, Not You Again", uno de los rockandrolles más inspirados de "A Bigger Bang". Heredero de los flirteos punks que dominaban "Some Girls", nos presenta a una banda con un desparpajo insultante, facturando un corte rebosante de frescura, descaro y ganas de divertir. Tras semejante exhibición, la modesta "Dangerous Beauty" lo tenía más que crudo para destacar.

 Tampoco consiguen despegar la atomosférica "Laugh, I Nearly Died" ,"Sweet Neo Con", otra de esas -increíbles- incursiones stonianas en la canción protesta y a la postre la peor canción del trabajo;  la zumbona "Look What The Cat Dragged In"; o el rock machacón "Driving Too Fast".

 Ante semejante panorama, sería tentador afirmar que un tijeretazo al tramo final del disco no habría estado de más, si no fuese por "Infamy", segundo momento Richards del disco y cierre del mismo, que, sin llegar al nivel de "This Place Is Empty" pone una coda atmosférica y sentida, todo corazón, al trabajo.

 No sabemos si fruto de la casualidad o con la intención calculada de establecer un paralelismo autoconclusivo, la portada de "A Bigger Bang" no ofrece, más allá de la fotografía, información alguna en su cubierta, al igual que hicieran en aquel lejano, lejanísimo, "England's Newest Hit Makers" con el que todo empezó a rodar: Del rythm and blues, la british invasion, el fenómeno fan, el ocultismo, las flores en el pelo, la mística hindú y el liderazgo perdido de Jones; De Hyde Park, Altamont y el exilio en la Costa Azul; Del hard rock, el funk y el punk que se creía que iba a enterrarles y acabaron asimilando a su ADN musical; Del bache de los 80's que casi los deja en la cuneta; De su condición de iconos vivientes y multitudinarios, mitos en vida. De todo eso hasta "A Bigger Bang" y de ahí hasta ahora. Cuánto tiempo. Cuántas canciones. Resulta imposible glosar la historia musical del s.XX sin citar su nombre, sin valorar su legado; Se antoja inimaginable un mundo sin su presencia. The Rolling Stones, por siempre.

jueves, 11 de julio de 2013

The Rolling Stones - "Bridges To Babylon"


   Revitalizados por la vuelta a las andadas que había supuesto la edición de "Voodoo Lounge" y deseosos de capturar la esencia de los sonidos del momento, voluntad que se pone de manifiesto en la decisión de delegar parte de las tareas de producción en The Dust Brothers (dupla detrás del sonido de propuestas tan equidistantes a los stones como The Beastie Boys, Beck o ¡Hanson!) "Bridges To Babylon" muestra a un grupo tan fresco y osado por un lado, cómo falto de ideas y, en ocasiones, personalidad por el otro.

  El album abre con un correcto rock and roll sin más pretensiones que las de aportar un pistoletazo de salida coherente al redondo, "Flip The Switch", que da paso al primer single potencial del trabajo, "Anybody Seen My Baby?". Una insinuante línea de bajo envuelve un corte que parece ser deudo de aquellas exhibiciones a medio camino entre la música disco y el rock que tanto, tantísimo, habían menudeado en su producción 70's. "Low Down", número guitarrero sin ninguna cualidad digna de mención, precede a "Already Over Me", qué hace buena esa afirmación, a veces manida, de que el que tuvo retuvo.

 "Gunface" muestra a unos stones absolutamente perdidos, haciendo aguas en un juego que no es el suyo, facturando una suerte de rock moderno y monótono, carente de atractivo alguno.

 La cosa, por fortuna, mejora un tanto en "You Don't Have To Mean It", corte al que Keith pone voz, sonando como si Buddy Holly, en lugar de en las dependencias de Brunswick Records, hubiese optado por grabar en algún oscuro soundsystem de Kingston. Una mezcolanza a priori bizarra que termina por saldarse con un resultado más que positivo.

 "Out Of Control" inauguraba la segunda mitad del trabajo, mostrando la primera exhibición de poder, genuina, contenida en "Bridges To Babylon". Tras un comienzo lento, un crescendo que termina por explotar en un poderoso rock and roll lleno de rabia contenida y desencanto, ribeteado por el fabuloso solo de harmónica que se marca Jagger.

 La racha parece continuar en "Saint Of Me", single indiscutible del disco así como culminación de las intenciones que parecía tener la banda a finales de los 90's, a saber: Sonar frescos y genuinos; comerciales y poderosos; modernos y guitarreros, todo a un tiempo. Unos exquisitos punteos acompañados por el sucinto órgano de Billy Preston van dando cuerpo a un tema que se revela como un intimidante rock and roll preñado de referencias bíblicas, jalonado por una atmosférica y delicada parte intermedia que termina por explotar, de nuevo, en despliegue guitarrero.

 "Might As Well Get Juiced", con la voz de Jagger enterrada bajo una montaña de sintetizadores y efectos, pone, de nuevo, todas las alarmas en funcionamiento. Es encomiable, supongo, la voluntad por parte del cantante de no estancarse en una propuesta sónica de las que ya se ha nutrido, pero hacer sonar a The Rolling Stones como un -mal- grupo de electrónica me parece excesivo.

  El mal sabor de boca dejado por semejante experimento se ve parcialmente atenuado tras la escucha de "Always Suffering", correcto número de mimbres campestres, y sobre todo por el estallido eléctrico de "Too Tight", uno de los cortes mejor medidos del trabajo así como una orgullosa vindicación, entre otras cosas, de su condición de perros viejos ("Yeah, don't try to reel me in/With all those charms school looks/I've seen it all a thousand of times/I sung that song, i wrote that fucking book")

  El tramo final de "Bridges To Babylon" pasa por ser el segundo momento Richards del album. Primero con "Thief In The Night", atmosférico rythm and blues. Un tema reposado, a tumba abierta, rico en secciones de viento que se encadena, sin solución de continuidad con "How Can I Stop", con Keef de nuevo a las voces y un sentimiento sweet soul music a la antigua usanza, con el guitarrista desgranando un tema que no habría desentonado en el repertorio de los Miracles, con el saxo de Wayne Shorter y la batería de Charlie Watts enzarzándose en un duelo que amén de clausurar el tema, hace lo propio con el redondo.

 Sentimientos encontrados los que produce este trabajo. Por un lado, un grupo que parece seguir beneficiándose del savoir faire exhibido en su anterior lanzamiento, dando en la diana con temas capaces de llegar tanto al corazón del fan como de las radiofórmulas y píldoras de buen gusto; por otro, una cierta falta de dirección qué se pone de manifiesto en algunos de los momentos menos lucidos del cedé, mostrándonos a una banda bien a la deriva en su intento por flirtear con ciertos sonidos, bien facturando cortes absolutamente desalmados con el piloto automático activado. Con todo, los primeros son mayoría con respecto a los segundos y podemos seguir hablando de un grupo que, discográficamente hablando, se niega a vivir de rentas.