sábado, 25 de diciembre de 2010

The Clash - "London Calling"


No deja de resultar curioso, si lo reflexionamos, la cantidad de paralelismos existentes entre el llamado Nuevo Hollywood (Inmejorablemente retratado por Peter Biskind en su magno "Moteros Tranquilos, Toros Salvajes") y el Punk Rock: Ambos surgieron en la década de los 70's, con la intención de insuflar algo de aire fresco a un panorama ajado pero manteniendo unas bases asentadas en los géneros. Al igual que Martin Scorsesse o Coppola revitalizaban el cine de gángsters desde su prisma, Ramones o New York Dolls hacían lo propio con la música legada por la british invasion. Además, tanto el uno como el otro expandieron su radio de acción rápidamente al resto del mundo.

 Cómo es bien sabido, la nueva corriente salvadora no tardó en saltar el océano, poner rumbo a las islas británicas y encontrar efusiva respuesta por parte de una juventud desencantada, aburrida y que se había dejado de identificar, hace muchas lunas, con las grandes bandas de arena rock de la época. Ahí es dónde entraron en juego formaciones como los omnipresentes Sex Pistols, The Damned y, en menor medida, Cock Sparrer o The Undertones. Pero hoy vamos a hablar de la que a mi juicio fue la mejor banda de aquella hornada y del disco con el que se supieron desmarcar de aquel movimiento de respuesta, me refiero, cómo no, a The Clash y su "London Calling".

 No son pocas las voces que no dudan en cargar contra el tercer largo de los Clash, tildándolo de excesivo y ambicioso (Cuando no de sobrevalorado), prefiriendo quedarse en la rabia a duras penas contenida de la que hacían gala Strummer y los suyos en "The Clash" y "Give'em Enough Rope". Sinceramente, y salvando las distancias, hacer semejante distinción me parece algo así como desdeñar el "Exile On Main Street" de los Stones en favor de los primeros Ep's con Brian Jones, algo perfectamente respetable, pero díficilmente comprensible si entramos en comparaciones. Aunque ya se sabe, sobre gustos...

 "London Calling" fue el largo con el que The Clash sellaron su atemporalidad. Valiéndose del maridaje estilístico y el eclecticismo bien entendido de Joe Strummer, aglomeraron Rock and Roll, Reggae, Rockabilly y Ska, conformando una obra con la que consiguieron trascender su propio género, alcanzando sus mayores cotas de excelencia y profundidad. En cierto modo, suponía un compendio de lo que unos jóvenes británicos de su quinta habían mamado, musicalmente hablando, desde la mítica cubierta homenaje/parodia al primer largo de Elvis Presley a lo que se podía encontrar entre sus surcos.

 Si algo distingue a este disco es la cantidad de texturas que en el se abordan, desplegando un verdadero mapamundi sónico: De los ecos jamaicanos que se pueden apreciar en "Rudie Can't Fail" al Rock and Roll escuela Gene Vincent de "Brand New Cadillac" (original del malditísimo Vince Taylor), de la vindicación de "Spanish Bombs" al desencanto envuelto en Power Pop de "Lost In The Supermarket", del Ska que hacía furor entre la muchachada suburbial londinense de "Wrong'em Boyo" y "Koka Kola" a la épica de cortes como "Death Or Glory" o "The Card Cheat" (Por cierto, que ésta no habría desentonado incluida en algún disco del Springsteen 70's) de la arrogancia rocker que desprende "Four Horsemen" al coqueteo con sonidos más disco vía NYC que puede apreciarse en "I'm Not Down" y Train In Vain"... Y suma y sigue.

 Cierto es que la enorme repercusión de "London Calling" resultó ser, a la larga, un arma de doble filo en la trayectoria de la banda: Habían llegado a la cima, sí, eran, sin lugar a dudas el único grupo de la eclosión Punk que verdaderamente se había llevado el gato al agua (Tanto a nivel de reconocimiento como de números) pero esa misma estancia en las alturas entraba en conflicto con los postulados con los que la banda había irrumpido en la escena años atrás. Poco les quedaba para, al igual que The Beatles, abarrotar el Shea Stadium y sumergirse en baños de multitudes. Éste disco les hizo ingresar (quién sabe si contra su propia voluntad) en el panteón de las rockstars contra las que se habían rebelado poco antes. ¿Un fracaso? No, nada de eso. Alguien dijo en una ocasión que, a su llegada, "The Clash estrellaron el coche", yo añado que con "London Calling" salieron de entre las llamas y la chatarra de aquel siniestro y firmaron una exhibición de poder para la eternidad. Un jodido triunfo.

lunes, 13 de diciembre de 2010

The Sonics - "Here Are The Sonics!"


"Son el eslabón perdido entre Little Richard y MC5" gastadísima cantinela que no por más usada deja de ser totalmente certera a la hora de referirse a los de Seattle, un combo deudor de la exuberancia del Rythm and Blues y el Rock and Roll de la década anterior, pero poseedor de una suciedad y una oscuridad que los sitúa como unos más que justificados padrinos de la primera venida Punk que viviría Detroit poco después.

 No es nada descabellado afirmar que, a buen seguro, "Here Are The Sonics!" fue el artefacto más rompedor de la época, sónicamente hablando (el reconocimiento popular fue proporcionalmente inverso) y es que los ingredientes empleados para su creación así lo acreditan: Una voz como la de Gerry Roslie, empapada de Black Screamers como Screamin' Jay Hawkins o el propio Little Richard arropada por una banda a la usanza de los crudísimos combos instrumentales de la costa oeste (saxo incluido) tejiendo infecciosos y crujientes riffs rebosantes de distorsión al servicio de unas canciones hipervitaminadas, que aún hoy, más de cuarenta años después, siguen conservando el aura salvaje e intimidadora con las que fueron concebidas.

 En lo tocante al repertorio, nos encontramos ante una nivelada sucesión entre versiones de oldies, tan habituales en la época, y temas propios, que, bajo mi modesta opinión, son los que constituyen la verdadera cima del disco. En la primera categoría encontramos relecturas atómicas de The Contours, Chuck Berry, Little Richard, Ray Charles o Richard Berry, a las que le insuflan un plus de salvajismo extra con respecto a los originales, especialmente acentuado en el caso "Do You Love Me?", convirtiendo el clásico Motown en un corte crudo, rápido, repleto de aullidos marca de la casa. En el segundo apartado es donde The Sonics aportan la différence, ese algo que hizo que, pese a editar un disco más y disolverse rápidamente, generaran el culto suficiente para ser reivindicados por diversas generaciones musicales a lo largo de las décadas venideras, de Dead Boys a The Cramps, del revival garagero 80's liderado por The Fuzztones a la antesala del grunge que fueron Mudhoney. Hay un halo de oscuridad y evasión en torno a canciones como "The Witch" y "Strychnine" un aura perturbadora inédita en la época, máxime en un conjunto de chicos blancos. ¿Qué añadir acerca de cortes como "Boss Hoss"? ¿Y "Psycho"? Bueno, de esta última podemos decir que es de esas canciones que, si no hacen que te muevas, te recomiendo que encamines tus pasos rumbo a la funeraria más próxima.

 Escuchando el disco he pensado en unas declaraciones que Roslie hizo hace algunos años, no muchos, en una entrevista. En ellas venía a decir que el gran diferencial de The Sonics era que en su música no había nada de british invasion, ellos no se dejaron contagiar por el empuje de formaciones como The Beatles, Kinks o los Stones, prefiriendo aglomerar el crisol de la música cruda americana, esa línea que va desde los chillidos de Richard Penniman al ampli agujereado de Link Wray. La decisión no les aportó dividendos ni popularidad, pero sí el tardío status de pioneros y adelantados a su época, precursores de un modo de entender la música tan subterráneo como inasequible al paso del tiempo.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Dr. Feelgood - "Down By The Jetty"

  
Cuándo en el Londres del '77 saltó la mecha del Punk Rock, o, mejor dicho, cuándo a todos esos jóvenes émulos de Ramones, New York Dolls y The Stooges, convenientemente dirigidos por Malcolm McLaren, les dió por alzar la voz, las cotas de virulencia contra las generaciones musicales anteriores a las que se llegaron no tenían precedentes. Estaban, so bored with the USA, tal y cómo rezaban The Clash, pero no les asqueaba menos el panorama musical en el que les tocó surgir: Led Zeppelin, Elvis o los Stones fueron destinatarios habituales de los dardos de tipos como Johnny Rotten o Joe Strummer. Sin embargo, hubo nombres que, por así decirlo, se salvaron de la quema, caso de Gene Vincent, Neil Young o Alice Cooper, que incluso contaban con la devoción confesa de buena parte de los punk rockers de la época. Dr. Feelgood, pese al clasicismo de su propuesta y a éstar metidos hasta el cuello en el Rythm and Blues pertenecían a la seguna categoría, ¿Por qué?

 Creo que se debe a una cuestión de actitud. Ellos ya estaban ahí antes de que estallase la bomba en la capital, facturando Rock and Roll urgente y sin florituras, con sede en los Pubs de una ciudad como Canvey, deprimente enclave industrial donde, a priori, tener una banda de Rock era una fantasía irrealizable. Y así fueron sus comienzos, tributando a John Lee Hooker y Bo Diddley en garitos dónde, en el mejor de los casos, el público estaba compuesto por obreros de la siderurgia borrachos dándose un respiro. Eso, claro está, genera respeto.

 Dr. Feelgood no eran ningunos novatos cuando entraron a grabar su primer largo, "Down By The Jetty", ya eran un grupo más que fogueado en el circuito de aquello que, por razones obvias, se dió en llamar Pub Rock. La formación que acudió al estudio fue la primera y más reconocida en la historia de la banda: Sin desmerecer a John B. Sparks y The Big Figure (base rítmica), los pilares sobre los que se sustentaba eran Lee Brilleaux y Wilko Johnson. Voz y guitarra respectivamente, tenían en común ser dos enamorados del Blues, y haberse empapado durante horas de discos de importación de los grandes del género. A los mandos del debut estuvo Vic Maile, famoso más adelante por su trabajo en los primeros álbumes de Motorhead (Significativa conexión entre las dos formaciones británicas que fueron "Punks antes que el Punk")

 El disco apuesta por los patrones del Blues y el R&B, pero insuflándoles una inmediatez y una urgencia que los distanciaba del inmovilismo del que suele adolecer el género, llevándolo de paso a otro nivel. Asimismo, su querencia por los minutajes breves los distinguía cual rara avis del Rock que se facturaba en las islas por aquella época: Cabe recordar que eran los años de apogeo de grupos como Pink Floyd o Yes, cuyas propuestas se encontraban en las antípodas de la de nuestros protagonistas.

 Abren con "She Does It Right", un corte en el que ya se adivinan las constantes de las que hacía gala la banda, esto es anfetamínico Rythm and Blues aderezado con la chulería cockney que distinguía a Lee Brilleaux y, sobre todo, los speedicos riffs de Wilko Johnson, extraídos a mala leche de esa Telecaster que tocaba sin púa y que sonaba como dos guitarras, siendo una de las marcas de fábrica de la banda. Le guiñan un ojo a John Lee Hooker versionando "Boom, Boom", se sacan un hit incontestable de la manga como es "Roxette" (esa línea de bajo!), recuerdan horrores al primer Bo Diddley en "I Don't Mind", transmiten inocencia teen en "One Weekend" y mantienen el nivel en piezas como "That Ain't The Way To Behave", "Keep It Out Of Sight" o "All Through The City". En la recta final, Wilko ajusta cuentas con Mick Green (guitarra de The Pirates y una de sus mayores influencias) versionando su "Oyeh!" y cierran con una toma en directo de "Bonnie Moronie/Tequila", arropados por una sección de viento y con Lee chapurreando spanglish.

 Éste primer episodio encontraría continuación menos de un año después con el no menos recomendable "Malpractice" y se vería coronado con la edición de su live album, "Stupidity", con el que reinaron en los charts de su país. Desgraciadamente, tan meteórico fue su ascenso como su caída, y es que, tras la marcha de Wilko, ya con Lee al timón, la banda no gozó ni de la mitad de éxito y reconocimiento que en esta primera etapa, si bien su compromiso con la música de raíces americana se mantuvo prácticamente intacto a lo largo de toda su trayectoria. Qué Muddy Waters los bendiga.

jueves, 2 de diciembre de 2010

The Quireboys - "A Bit Of What You Fancy"

 A contracorriente. Así es como podríamos definir la singladura de la banda de Spike, dispuestos, en pleno reinado Guns And Roses y a cinco minutos de que estallase del todo la bomba grunge en Seattle, a reivindicar el legado de la crema y nata del british rock de los 70's, en los albores de lo que sería una década tan descocada como la de los 90's. Tarea de valientes, qué duda cabe.

 Resulta curioso que su primer intento discográfico coincidiese en el tiempo con el de otros grandes enamorados de épocas pretéritas,The Black Crowes. Y aunque tanto la prensa especializada británica como la estadounidense hicieron lo posible por crear un clima de rivalidad entre ambas formaciones (cada una barriendo para casa, obviamente) lo cierto es que The Quireboys poco tenían que ver con los de Atlanta. Mientras que en su primer largo los hermanos Robinson apostaban por el Soul, el Hard Rock británico de grupos como Humble Pie y algunas pinceladas de Southern Rock, nuestros protagonistas tenían el punto de mira puesto en los Stones, Frankie Miller y, cómo no, The Faces: Quizá el gran nexo de unión en los respectivos backgrounds de estas dos bandas "enfrentadas" (Incluso a día de hoy Spike se sigue mostrando abiertamente resentido con los cuervos)

 No hay más que poner a rodar este disco para constatar cuán evidente era el poso de la banda de Ronnie Lane en el sonido de los británicos: Voz cazallosa, teclados por doquier, influencias rootsys y rítmicas con feeling secundando letras empapadas en alcohol sobre corazones rotos, noches de fiesta y chicas que se van para no volver. Cabe recordar que las labores de producción corrieron a cargo de Jim Cregan, guitarrista y "partner in crime" habitual de Rod Stewart. De este último se dice que incluso se dejó caer en el estudio durante la grabación del disco para felicitar a los chicos por lo que estaban haciendo. Cuánto menos curioso que la felicitación viniera de él, que había abjurado de esos sonidos años ha.

 "A Bit Of What You Fancy" es, por encima de todo, una colección de himnos impepinables de principio a fin, no en vano la banda, a día de hoy, sigue desgranándolo canción a canción en sus -explosivos- directos. No les culpo: ¿Cómo renunciar a tocar odas festivas del calibre de "7 O'Clock", "Hey You" o "Long Time Comin"?  Vale que después han venido buenos álbumes (incluso alguno muy, pero que muy bueno como "This Is Rock And Roll") pero es innegable que esta es su cima. Nos mostraban su cara más chulesca en temas como "Man On The Loose", "There She Goes Again", "Sex Party", su himno de guerra,  o "Misled" (Por cierto, ¿no os recuerda horrores al "Had Me A Real Good Time" de los Faces?)  pero también sabían jugar la carta del Folk-Rock más reposado a la usanza de-ya-sabéis-quiénes, y ahí tenemos joyas como "Sweet Mary Ann", "Roses And Rings" o "Whippin' Boy", oro puro. Por supuesto, y como era norma en la época, redondearon la jugada incluyendo el consabido baladón, "I Don't Love You Anymore". El redondo cerraba con "Take Me Home" un corte a medio tiempo y con un riff deudor de AC/DC.

 Lo dicho, un disco de sobresaliente, al que, puestos a ponerle un pero sería el de la producción, en parte lastrada por los arreglos de los que solía adolecer el Hard Rock de la época, en lo que quizá fue un intento más por parte de EMI de encajonar a la banda en el saco del Sleazy que venía del otro lado del océano y con el que The Quireboys, más ligados a la atemporalidad de los dorados 70's, nada tenían que ver.

 Tras la edición del álbum, The Quireboys gozarían de un breve coqueteo con las mieles del éxito, quedándose a un paso de reinar en las listas de su país, girando por todo el mundo e incluso compareciendo en el mítico Monsters Of Rock de Donnington Castle, en el que se codearon con nombres de la talla de Aerosmith. Efectivamente, hace muchas lunas de todo aquello, pero es un consuelo saber que aún se mantienen al pie del cañón, ofreciéndonos la posibilidad de poder disfrutar de un show de los, en sus propias palabras, últimos "Purveyors of the finest english good time Rock'n'Roll". Amén.

jueves, 25 de noviembre de 2010

The Long Ryders - "State Of Our Union"

 Siempre asociaré el verano de 2010, además de a una calor infernal y a pasar un "Summer In The City" á la Lovin' Spoonful en toda regla, a éste segundo largo de The Long Ryders. Tal fue la cantidad de escuchas que le dí en aquellos días.

 La banda de Sid Griffin, cómo tantas otras que adoro, aterrizaron en la escena como un delicioso anacronismo: Con el Heavy Metal en pleno apogeo y soportando el envite de las hordas hair metaleras y sleazys, pues para más inri nuestros protagonistas eran de Los Angeles, ellos iban a lo suyo, reivindicando el legado de Byrds, Flying Burrito Bros. y demás luminarias sixties del Jangle Pop y el Country Rock, sin renunciar por ello a un poso Punk Rock old school (¿Sabías que los Sex Pistols fueron lo que inspiraron a Sid a irse a formar una banda a L.A?) que, dicho sea de paso, fue resultando cada vez menos evidente a medida que se alejaban de su primera referencia,  "10-5-60".

 Realmente sólo mediaba un año entre ese primer EP y "State Of Our Union" (con parada obligatoria en el también muy recomendable "Native Sons") pero la banda había avanzado un mundo compositivamente hablando, entregando la que es, a mi juicio, su mayor y mejor colección de canciones.

 "Looking For Lewis and Clarke" abre el disco a toda máquina, a ritmo de Rock and Roll infeccioso y vacilón, como si Gram Parsons se hubiese enrolado en los New York Dolls. Le sigue el que quizá sea mi tema favorito de estos tipos, "Lights of Downtown": Diablos, cuánta clase, cuánto savoir faire y cuanta maestría juntas; Tras la correcta "WDIA" viene "Mason-Dixon Line" un tema puro Long Ryders, con repiqueteantes Rickenbackers por doquier, deudora del  jangle pop de McGuinn & Cía, pero sin perder el mordiente rockero.

 Mención especial merece "Here Comes That Train Again". Country Rock escuela Byrds/Parsons de muchos quilates, para una canción llena de nostalgia y evocación. La atmosférica "Years Long Ago" baja un poco el listón, pero "Good Times Tomorrow Hard Times Today" vuelve a poner las cosas en su sitio a base de Rock jaranero de actitud hillbilly, que evoca a los momentos más Cowpunk de su anterior largo (en los que Stephen McCarthy solía ponerse al micro) "Two Kinds of Love" es puro The Byrds era "Fifth Dimension" y "You Just Can't Ride The Boxcars Anymore" suena a fesco y atemporal Rock de espíritu blue collar. Con "Capturing The Flag" llegamos a otra de las cimas indiscutibles del álbum, para acto seguido echar el cierre con "State Of My Union" donde dan rienda suelta a su faceta más guitarrera y chulesca.

 En definitiva, "State Of Our Union" es uno de los higlights indiscutibles de todo ese tinglado que se dió en llamar Nuevo Rock Americano, gran paraguas bajo el que se cobijaron formaciones tan dispares (y a un tiempo tan similares) como Jason And The Scorchers, Green on Red, o los primeros R.E.M. Y, claro está, estos cuatro hijos ilegítimos de Gene Clark.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Reigning Sound - "Time Bomb High School"


 Hace algunos años, en una entrevista para Aloha Pop Rock, y ante la cuestión de recomendar algunos de sus discos favoritos, Steve McDonald (50% de Redd Kross junto a su hermano Jeff) citaba el segundo album de Reigning Sound junto a piezas de, entre otros, Alice Cooper, The Rolling Stones o David Bowie. Significativo viniendo de una esponja musical del calibre de Steve, coleccionista die hard e historiador no acreditado de buena parte de la cultura Pop Rock de las últimas décadas. Más allá de si fue una boutade, o un arrebato momentáneo, lo cierto es que nos encontramos ante el que para servidor es uno de los discos (si no el disco) más potente de la década anterior. Pero antes situémonos un poco.

 Surgidos en la siempre excitante escena underground de Memphis de las cenizas de The Oblivians, y más concretamente de la mano del que fuera su líder, Greg Cartwright, Reigning Sound se presentaron en sociedad con "Break Up... Break Down" un disco notable, abundante en texturas reposadas, elegantes y diametralmente opuesto al Garage-Blues saturado que practicara bajo el nombre de Greg Oblivian, unas sonoridades que si recuperarían en "Too Much Guitar", redondo que daría continuación a este "Time Bomb High School"... Pero no nos desviemos!

 Digamos que éste disco supone el término medio entre lo que habían facturado y lo que devendría: Suben revoluciones con respecto a su predecesor, pero mantienen el gusto por las melodías y el clasicismo Rock con el que habían aterrizado en la escena. El resultado fue un álbum que compendia buena parte de las sonoridades que conforman el Rock and Roll: Aquí hay Garage, Punk, Folk Rock, Power Pop y hasta algún que otro matiz Surf. Junto y revuelto. Ensamblado. Formando un todo.

 El disco abre fuego con el que quizá sea su tema más conocido, "Stormy Weather", un oldie de los años 30's popularizado por Billie Holiday. No te esperes ninguna versión, Reigning Sound sólo conservan algo parecido al esqueleto del original, al que le inyectan todas sus coordenadas sonoras, conformando un pildorazo de Power Pop rockandrollerizado, arrebatado. "Straight Shooter" mantiene la tónica de minutajes breves y canciones a la yugular que predomina en todo el redondo. El primer remanso de paz lo encontramos en "You're Not As Pretty", una deliciosa pieza acústica muy en la línea de la anterior entrega de la banda. Ahondan en las raíces musicales de su escena versionando "Brown Paper Sack" de The Gentrys, combo proto-garagero surgido en el Memphis de los 60's.

 Tras las más reposadas "Wait and See" y "I Walk By Your House" nos encontramos con una de las cimas indiscutibles del álbum: "Time Bomb High School", buena muestra del sentimiento aglutinador de la banda del que hablaba más arriba: En el escaso minuto y medio que dura la canción se dan cita el Bruce Springsteen más desatado de los 70's, el Garage (ese hammond!) y el Proto-Punk vía Detroit. Ahí es nada. "I Don't Believe You" abunda en la vertiente más folkie de la banda mientras que "She's Bored With You" lo hace en su faceta más inmediata. "Reptyle Style" es un corte bañado de classic rock escuela Stones y "I'm Holding Out" ¿Qué puedo decir de este tema? Las cotas de preciosismo y crudeza que, a un tiempo, se alcanzan, son estremecedoras.

 Ya en la recta final del disco, tenemos la arrebatada "I Don't Know How to Tell You", "Dressy", un buen tema acústico, y la relectura del tema de  Andrew Loog Oldham, "I'd Much Rather Be With The Boys", que, como viene siendo costumbre, se la llevan totalmente a su terreno. Echan el cierre con "You're So Strange" canción que ya avisa de por dónde irían los tiros en su siguiente entrega (Sin llegar a las cotas de distorsión y crudeza de "Too Much Guitar", eso sí)

 Reigning Sound supieron aglomerar sus backgrounds, arriesgándose a crear una obra que, lejos de resultar un batiburrillo indigerible de influencias, suena fresca, clásica y atemporal.

sábado, 13 de noviembre de 2010

The Dictators - "Bloodbrothers"


 Hay discos que llevan la palabra "Sábado" impresa entre sus surcos, y que, como mínimo, merecen desempolvarse y ponerlos a rodar cuando llega el fin de semana. Los discos de The Dictators, en cuyo cancionero encontramos títulos como "Every Day Is Saturday" o "Weekend" evidentemente pertenecen a esa categoría. Aunque, ¡Qué demonios! Nunca es mal momento para atronar al vecindario con una pieza del calibre de "Bloodbrothers".

 Pese a que suelen encuadrarse dentro de la movida Punk Rock, lo cierto es que la apuesta de los 'Tators tenía más que ver con el Hard Rock clásico (no hay mucho de Punk en un guitarrista como Ross The Boss, ¿Verdad?) aliñado con un componente eminentemente rockandroller y algo de Proto-Punk vía MC5. Sinceramente, veo a "Bloodbrothers" más cerca de, por ejemplo, el "Born to Run" de Bruce Springsteen que de los debuts de Ramones y Sex Pistols: La actitud urbanita y bad ass, la chulería que irradian en todo momento y, por encima de todo, la temática de las canciones: Historias de chicos sin futuro, declaraciones de amor al grano, chicas del baile... Todo muy Made in NYC.

 No cabe duda de que la banda tenía mucho que demostrar: Tras el fiasco que supuso el irregular "Manifest Destiny" (Según me reveló el bajista y líder Andy Shernoff en una entrevista, "Un intento valiente de hacer un disco de Pop radiable", yo suscribo eso, que se quedó en el intento) era el momento de efectuar una demostración de poder que pusiese las cartas boca arriba de una vez por todas y diese fe del potencial del grupo. Y vaya si lo consiguieron.

 ¿Las armas empleadas? La primera ,y más importante, fue el retorno de la banda a sus raíces, esto es, el Rock and Roll callejero con un pie en los grupos Teenagers de la década anterior y otro en el Hard Rock de la época que ya mostraban en su debut "Go Girl Crazy!". Completaban la fórmula otorgándole el protagonismo vocal a "Handsome" Dick Manitoba ( que en las entregas anteriores compartía labores con Shernoff, que aquí se encarga de los coros) y dándole más peso a las guitarras de Ross the Boss y Scott "Top Ten" Kempner, que hacían gala de una maestría y un saber hacer que los distanciaba de la eclosión Punk del momento.

 Y el resultado de la aplicación de esas premisas no fue otro que "Bloodbrothers". Un disco perfecto de principio a fin, rebosante de una vitalidad y una frescura que hoy, más de tres décadas después,aún conserva intactas. La banda se alejó de la ampulosidad de "Manifest Destiny", decantándose por los minutajes breves y haciendo de la crudeza e inmediatez su bandera. Desde la incial "Faster and Louder" (de la que, por cierto, se dice que el "one,two,three" del principio es cosa del Boss) al cierre con una desquiciada versión del "Slow Death" que le toman prestado a los Flamin' Groovies, asistimos a una sucesión de riffs matadores, estribillos coreables y canciones inmortales. De las reminiscencias a The Who de "Baby Let's Twist" a salvas del calibre de "Stay With Me"; de himnos como "No Tomorrow" a la chulería lasciva y a duras penas contenida en "The Minnesota Strip"; de esa declaración de principios que es "I Stand Tall" a las vacilonas "Borneo Jimmy" y "What It Is?". Aquí no sobra nada.

 The Dictators sellaron su gran obra maestra, que de paso les permitió asentar su status de banda de culto, cuyo conocimiento resulta imprescindible para saber a ciencia cierta qué se cocía en ese hervidero que fue la Nueva York de los 70's.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Ramones - "Leave Home"


 Hay discos que desde el primer momento sabes que son tus favoritos de tal o cual banda. En cambio, a otros llegamos tras un proceso de asimilación de la discografía del grupo en cuestión y transitar por sus diferentes etapas sónicas (que los de Queens, más allá de tópicos y frases hechas, tuvieron) para acabar decantándote por una pieza en concreto. En esta ocasión nos encontramos ante el segundo caso.

 Y es que, de un tiempo a esta parte, cuando quiero volver a vérmelas con Joey, Johnny, Dee Dee y Tommy (aunque yo soy más de Marky) la elección, en la mayoría de los casos, recae en este su segundo largo. ¿El por qué? Sinceramente lo desconozco, si de algo pudieron presumir los Ramones es de tener una discografía (salvo un par de tropezones en el ocaso de los 80's) perfectamente nivelada. Supongo que lo que me atrae de "Leave Home" es ese sentimiento de urgencia del que ya hacían gala en su debut aderezado con un componente de delicioso Pop bien entendido. Si, punkies cerriles de este mundo, habéis leído bien: Pop.

 No se nos escapa que los Ramones son una banda infravalorada. Infravalorada con respecto a su propia proyección: Mucha camiseta con su logotipo, mucho Hey Ho, Let's Go (Pobre "Blitzkrieg Bop", que has perdido tu título por el camino) y muy poco conocimiento real acerca de lo que supuso su obra, incluso entre alguno de sus posibles "acólitos". Porque esos punks de cresta y tachuelas deberían saber que el background de la banda, y muy especialmente el de Joey estaba preñado de grupos de la British Invasion, One hit wonders de los 60's (Sirva la versión que hacían de "Palisades Park" de ejemplo) y conjuntos vocales como The Ronettes o las Shangri-Las.

 Así, tras el puñetazo en la mesa que supuso el homónimo "Ramones", editado el año anterior, ahora tocaba dar paso (para desesperación de Johnny, que añoraría el sonido del primer disco hasta los restos) a la vertiente más Bubblegum de la banda, claramente representada por Joey Ramone (Quién, bajo mi modesta opinión, es el autor de las cimas del álbum).

 El disco abre con un corte que resume a la perfección su espíritu, "Glad To See You Go": aquí sigue habiendo velocidad y power chords a mansalva, pero también un nuevo enfoque, si se me permite, más melódico, acompañado de un empleo de los coros que, aún remotamente,evoca a los grupos surfers de la década anterior . Siguen en esa línea "I Remember You", "Oh, Oh I Love Her So" (Dios, qué grande es este tema!),"Suzy is a Headbanger", "Swallow My Pride", "What's Your Game" o el "California Sun" de The Rivieras. También hay temas que bien podrían haber formado parte de "Ramones", caso de "Commando", "You're Gonna Kill That Girl", "Gimmie Gimmie Shock Treatment" o "Sheena is a Punk Rocker", estas dos últimas quizás sean las canciones más recordadas del álbum ya que con el tiempo fueron prácticamente la única concesión que la banda le hacía en sus set lists.

 No cabe duda de que, de haberse editado hoy, "Leave Home" sería catalogado como un álbum de Power Pop. Crujiente, deslavazado y sin el componente extra de azúcar que tenían "End of the Century" o "Pleasant Dreams" (dos de sus mejores obras para el abajo firmante, por cierto) pero Power Pop al fin y al cabo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Big Star - "#1 Record"



 Hace unos meses Alex Chilton abandonaba el edificio debido a un paro cardíaco. Atrás quedaba una existencia torturada, jalonada por períodos de fugaz éxito, como del que "disfrutó" (declaraciones posteriores suyas al respecto revelan que quizá ese no sea el término más adecuado) con The Box Tops y coronada por una carrera en solitario de clara vocación underground ,decididamente al margen de esa industria de la música que siempre detestó.

 Pero fue lo que medió entre esas dos etapas, separadas por una década de distancia, lo que nos interesa recordar, y más concretamente, esta primera página en la historia de una banda, inexplicablemente, nacida para perder. Big Star.

 No creo exagerar cuando digo que estamos ante uno de los grupos más infravalorados de toda esta historia: Ni el grado de excelencia de su obra, ni la cantidad de hits potenciales que poseían, ni lo novedoso de su propuesta les permitieron asomar la cabeza más allá de un ámbito casi local. Quizás fue ese último factor el que jugó en su contra, ya se sabe: Too Much, Too Soon.

 Sinceramente, me resulta casi imposible elegir entre este "#1 Record" y su sucesor "Radio City", y es que el nivel expuesto es rematadamente alto: Muchas bandas de largo recorrido no pueden permitirse ni soñar con un repertorio como el que crearon los de Memphis en esos dos años. ¿Exagerado? En absoluto.

 En el plano sonoro, (proto) Power Pop de muchísimos quilates, no exento en ocasiones de mordiente rockero, lo que los emparentaba, aún lejanamente, con las grandes bandas Hard de la época. Temas como la inicial "Feel", "In The Street" o "When My Baby's Beside Me" bien podrían encuadrarse en esa categoría. Pero es cuando sacan a relucir su cara más intimista, empapada de mística, cuando ya tocan el cielo: "The Ballad Of El Goodo" es la canción perfecta y "Thirteen" transmite toda la inocencia del amor adolescente. "My Life Is Right" es toda una exhibición de clase y poderío, dos adjetivos que no le eran nada ajenos a la banda y "Watch the Sunrise" sigue siendo la canción perfecta para ver amanecer. Mención aparte merece "Give Me Another Chance". Si al escuchar a Chilton arropado por su guitarra acústica y unos coros fantasmagóricos pidiendo otra oportunidad no se remueve nada en tu interior, háztelo mirar. Por favor.

 No es del todo infrecuente leer artículos que definen a la banda como "Los Beatles de los 70's"  o que su sonido era lo que Lennon y McCartney hubiesen puesto en práctica de no haber separado sus caminos. Desconfía de esos meros ejercicios de reduccionismo acompañados de hipótesis sin fundamento alguno. Big Star eran más, son mucho más.

lunes, 8 de noviembre de 2010

The Byrds - "Mr. Tambourine Man"





 No es nada descabellado afirmar que esa entidad capitaneada por Gene Clark y Roger McGuinn fue la gran banda de Rock estadounidense de su época, los seminales y necesarios 60's. Asimismo, su trayectoria discurre en paralelo a los cambios que empezaban a producirse en el todavía desdibujado panorama de la música Rock: De la inocencia bañada en sentimiento contestatario y rebeldía juvenil de sus primeras obras, a la proto-psicodelia espacial con regusto ácido de la que hacían gala en "Fifth Dimension", para luego encontrarse por el camino con Gram Parsons y sembrar el génesis de lo que devendría en Country Rock, "Sweetheart Of The Rodeo".

 Resulta significativo que lo que a priori resultaría un hándicap a la hora de tomar en consideración este disco, acabe jugando en favor de la banda. Me refiero al escaso volumen de composiciones propias, ya que, como bien salta a la vista echándole una ojeada al track list, la inmensa mayoría de las canciones que componen el debut de la banda son de Bob Dylan. Cómo bien apunta el de Duluth en ese amago de autobiografía que es "Crónicas", la cantidad de artistas que tuvieron a bien versionar su obra allá por la primera mitad de los 60's es verdaderamente mareante, gente de tan apolillado recuerdo como Peter, Paul & Mary, The Turtles o The Rascals lo hicieron. ¿Qué diferencial aportaron The Byrds para, pese a nutrirse casi en exclusiva de material ajeno, alcanzar el cielo con éste álbum?

 Pues muy sencillo. Donde unos se conformaban con revisar, ellos revisionaban, nótese la sutil diferencia. No se conformaron con adaptar tal o cual melodía y hacer una versión, que, en el mejor de los casos, quedaría en sucedáneo de lo que destilaba el bardo de Minnesota. No. Ellos fueron al tuétano de su cancionero, reinventándolo desde sus raíces eminentemente folkies y dotándolo de una nueva identidad. Es de justicia señalar que en ese aspecto jugaban con ventaja, ya que, al igual que Dylan, las raíces musicales de los miembros de The Byrds entroncaban con la música tradicional americana. Fue la irrupción de la British Invasion, Beatles a la cabeza, lo que los decantó a formar una banda como esas que venían desde el otro lado del océano, sin renunciar por ello a su background Folk y Country.

 El primer resultado de ese maridaje estilístico fue "Mr. Tambourine Man".Insuflan bríos eléctricos al repertorio folk del primer Dylan, mediante los ya célebres arreglos cortesía de la Rickenbacker de 12 cuerdas de McGuinn y unos deliciosos juegos vocales, consiguiendo llevar a un nuevo nivel temas como "All I Really Wanna Do", "Chimes For Freedom", "Spanish Harlem Incident" o el tema que da título al disco. "Bells of Rhymney", original de Pete Seeger (nombre fundamental en el santoral de influencias del primer Dylan) es sin duda una de las cimas del disco, pura emoción contenida al servicio de unos juegos de voces que no parecen de este mundo. Lo mismo se podría decir de la versión que se marcan del oldie "We'll Meet Again".

 Equilibran la balanza con composiciones propias, que en aquel entonces eran monopolio de Gene Clark (A quien alguien, no sin razón, definió como el Shakespeare del Hillbilly). Aportando joyas del calibre de "Here Without you" (Gene siempre fue un hacha a la hora de rentabilizar sus fracasos sentimentales en forma de grandes canciones), "It's No Use", un corte nervudo, que inicia la línea de piezas posteriores como "Why?" y, por encima de todas, "I'll Feel a Whole Lot Better", según Cyril Jordan (alma mater de Flamin' Groovies y una de las mayores esponjas en materia de British Invasion) bien podría ser la mejor canción de la historia, yo añado que es una de las que mejor aborda el estado posterior a una ruptura sentimental, que no es poco.

 Una pieza fundamental en el engranaje de la música del siglo pasado, a la que podemos otorgarle sin rubor alguno la paternidad de subgéneros como el Power Pop, el Folk Rock y eso que los modernos dan en llamar Americana. Imprescindible.

domingo, 7 de noviembre de 2010

The Replacements - "Let It Be"


Paladines del Rock Alternativo que tenía su principal radio de acción en las emisoras universitarias (lo que los emparenta con formaciones como los primeros R.E.M o Husker Du) The Replacements son una de esas formaciones, al igual que sus admirados Big Star, que si bien no gozaron del benepácito del gran público, al menos plantaron la semilla de un buen puñado de bandas que vendrían tras ellos, y que, dicho sea de paso, sí que cosecharon notable éxito.

Y es que la banda de Paul Westerberg bien puede colgarse la medalla de ser los padrinos de aquello que dió en llamarse Generación X. Desde aquí añado que tenían bastante más talento que todo aquel marasmo de bandas de Seattle apadrinadas por Sub Pop. Al hilo de esto vienen bastante al caso las declaraciones de Rich Robinson, malcarado guitarra de los Black Crowes, quién, tras ser preguntado por su opinión sobre los por aquel entonces emergentes Nirvana, contestó algo así como que sabía que la música de los Replacements triunfaría algún día.

Llegados a este punto, la cuestión: ¿Por qué "Let It Be"? Bueno, lo cierto es que "Tim" también es un gran disco (Recoge mi tema favorito de estos tipos, "Bastards of Young", ahí es nada) y "Pleased To Meet Me" se presenta como una opción de lo más tentadora, peeeero... Este es el disco de transición de los Replacements, ese en el que pasaron de ser la banda de Punk destroyer que se mostraba en sus dos entregas anteriores a abrir su abanico hacia terrenos no menos apetecibles como el Rock más clásico y el Power Pop sin perder por ello su savia punkie. Es ese estar en tierra de nadie lo que hace tan atractivo a este disco (y tantos más...).

¿Momentos a destacar? La inicial "I Will Dare", que mostraba una cara hasta el momento insólita de la banda, al igual que "Androgynous" (¿unos punks haciendo una balada a piano sobre la identidad sexual? WTF!); "Unsatisfied", verdaderamente desgarradora; la cuasiinstrumental (¿existe esa palabra?) "Seen Your Video" y por encima de todas, esa grande finale que es "Answering Machine". Nunca una canción (Bueno, quizá "Hangin' on the Telephone", de The Nerves, pero no nos desviemos!) retrató tan bien la impotencia que se siente al intentar llamar, sin éxito, a esa persona amada que, por despecho, orgullo o indiferencia, no hace acto de presencia al otro lado de la línea. Ya lo dicen ellos "How do you say good night to an answering machine?".

Nunca es mal momento para reencontrarse con la obra de los de Minneapolis, fundamental e íntegra hasta la médula y totalmente por encima de prejuicios y estúpidas barreras estilísticas.