Guitarrista de incuestionable influencia y prolífica descendencia, David Lincoln Wray, fue el prototipo de eso que los yankees dan en llamar maverick y aquí algunos conocen como francotirador, esto es, un tipo que rompió el molde desde el minuto uno, a mil millas de distancia de conceptos como la autocomplacencia y siempre dispuesto a bucear, desde su perspectiva cruda y orgánica, a las profundidades abisales de la tradición musical norteamericana.
En los lejanos 50's de rockabilly y brillantina metió sus influencias country en una batidora de surf distorsionado y chirriante y, sin saberlo, apadrinó el antiguo testamento de lo que devendría en punk rock y heavy metal (También llamado power chord), pero, claro está, no todo fue "Rumble" y el bueno de Link no tuvo reparo en adentrarse en terrenos lindantes al Rythm and Blues más negroide (Para muestra su disco homónimo del '71) o el Country de donde venía con los Wray Bros. fusionado con su particular concepción del Rock and Roll. Cómo suele suceder en este tipo de trayectorias, la categoría de pionero, lejos de otorgarle fama y dividendos, le hacía discurrir en paralelo a la senda del éxito. No deja de resultar significativo que uno de sus mayores períodos de fama tuviese lugar cuando se alió con Robert Gordon en el ocaso de los 70's para tributar a los viejos oldies de la década prodigiosa del R'n'R. Muy significativo.
Afortunadamente, esa unión le hizo vivir una segunda juventud que, aparejada con sus constantes giras por Europa y la reedición de la mayoría de su catálogo por parte de sellos como Norton o Ace también se vio reflejada en las más que disfrutables obras de estudio con que nos obsequió hasta el fin de sus días. Cierto, no es "Shadowman" su obra más importante, pero si supone un digno testimonio de la buena forma en la que se encontraba éste pionero de la guitarra Rock y de lo alto que mantuvo el listón, incluso en sus supuestas obras de perfil medio.
Pese a encontrarse cerca de la setentena, el maestro Wray mantenía intacta su pasión por la crudeza y la distorsión. Ahí tenemos las instrumentales "Rumble On The Docks", "Night Prowler" o "Moped Baby" para corroborarlo. O la enloquecida relectura que se marca del "Heartbreak Hotel". "Geronimo" da paso a "Young Love" y señores, toca recordarlo una vez más: Pese a qué casi nadie lo recuerda por ello, Link Wray era un gran cantante, dotado de un gran feeling, directo y sin barreras hacia el oyente. Él tema sigue la senda más accesible y afecta al Rock americano de su cancionero, en la onda de cortes anteriores como "Trying To Find Your Love". Apuntando todavía en esa dirección, también es digna de mención "I Can't Help It (If I'm Still In Love With You)", entre el Elvis más country y la melancolía fifties.
Otro aspecto a resaltar del disco, al menos en parte, es la sensación de feedback que transmite, me explico: Link apadrinó, aún lejanamente, parte del Punk y el Hard Rock y aquí da la impresión de que se nutre de esas influencias a las que contribuyó, cerrando el círculo. ¿No se perfila alargada la sombra de The Cramps en "Run Through The Jungle"? ¿Acaso no suena la colosal "You Make It So Easy" a Punk Rock clásico por los cuatro costados? ¿Soy yo el único que percibe un riff digno de The Who en "Listen To The Drums"?
Pensar en Link Wray es evocar una serie de estampas sonoras y plásticas de indudable atractivo y fuerza: Es hablar de cuero, amplis agujereados, guitarras compradas en casa de empeño, instrumentos guardados en elegantes coches fúnebres para evitar que sean robados y ensayos en garages. Es hacerlo de suciedad, reverberación y distorsión crepitante: La historia misma del lado más crudo, genuino y sin adulterar del Rock And Roll.