lunes, 12 de agosto de 2013

Jerry Lee Lewis - "Great Balls Of Fire"


  Hijos de la era post-atómica y de capitalismo exacerbado que devino en la creación del concepto teenager; reverso subversivo y hedonista de una sociedad pacata que los veía -no sin cierta razón- como a unos potenciales corruptores de vocaciones; catalizadores de tradiciones musicales -y culturales- cuya fusión se consideraba, antes de su irrupción, antitética. Freaks. Depravados. Balas perdidas. Todo eso, y suponemos que mucho más, podría decirse de los paladines del primer rock and roll.

 Encontraron cobijo en etiquetas cómo Brunswick, Chess o Capitol, pero ninguna de ellas podía acercarse al poderío detentado por Sun Records, que en sus buenos tiempos consiguió reunir bajo su escudería al poker de ases más exitoso del rock and roll blanco: Tras el explosivo hallazgo de Elvis vinieron arquitectos del rockabilly cómo Carl Perkins; valedores del country gótico y minimalista, caso de Johnny Cash y, claro está, la figura central de este artículo, Jerry Lee Lewis. The Killer.

 No es descabellado intuir que uno de los primeros activos que Sam Phillips, capitoste de Sun, pudo adivinar en el muchacho de Ferryday, era que estaba ante una suerte de versión blanca y hilbilly de Little Richard (y por tanto, más fácil de asimilar en plena era de la segregación racial): Sus flamígeros rudimentos interpretativos y la importancia otorgada al piano en su música facilitaban ese paralelismo, en efecto.

 Poco importó que su primer single fuese un número de clarísimo basamento country cómo "Crazy Arms". Era tan sólo cuestión de tiempo que brotasen sus costuras negroides, aquellas que forjó tras innumerables escapadas a los garitos blues del lado segregado de la ciudad: Y si con "Whole Lotta Shakin' Goin' On" inauguraba aquel '57 que sería su año de gracia agitando country y rythm and blues a mayor gloria de un 7" que fue su primer gran éxito; Con "Great Balls Of Fire", directamente, y aunque fuese durante lo que parecieron cinco minutos, le disputó a Elvis la corona de rey del rock.

 En sus algo menos de dos minutos, "Great Balls Of Fire" muestra a las claras las virtudes interpretativas e idiosincrasias sónicas del excéntrico pianista de Louisiana: Tempo disparado -para los estándares de la época, punk rock-; una voz de clara ascendencia country, absolutamente equidistante de la de tipos como Little Richard o el propio Elvis y un impresionante virtuosismo a las teclas puesto absolutamente al servicio de la canción, que envuelven una historia de deseo ardiente, presentado como amor, casi tan desquiciado y excesivo como el intérprete que le pone voz ("You shake my nerves and you rattle my brain..."). Ante una relectura de semejante calibre, poco importa que estemos ante un original de Otis Blackwell: Es tal el poder de la revisión, tal la inyección eléctrica que supone, que termina por fagocitar y hacer del todo irrelevante la cuestión de la autoría del tema.

 La cara B era un -otro- guiño a las raíces musicales de Lee. En éste caso una sentida versión de "You Win Again", composición postrera de Hank Williams que nuestro hombre lleva a su terreno insertándole un piano de regusto honky-tonk y haciendo reverberar su voz a la vez que desgrana esta balada de regusto amargo. Consecuente con el background del autor, en efecto, pero absolutamente eclipsada por el rompedor tema de apertura.

 Pese a no engrosar la categoría de mártires del primer rock and roll, la figura de Jerry Lee Lewis no tardaría en verse apartada de los focos. Tras un par de años floridos en singles de éxito (aunque ninguno de una magnitud siquiera comparable a la de éste) y frenética actividad en vivo, de constante disputa por el trono del incipiente rock, su figura caería en desgracia por cuestiones estrictamente extramusicales, lo que implicaría un descenso en picado de su popularidad así como su inclusión en cualquier lista negra del show business que se preciase. Tras aquello, remordimientos espirituales, sobredosis, bodas, giras de nostalgia, más bodas, alguna noche épica y una vejez apacible a la que nadie imaginó que llegaría. Podría decirse que su cénit fue casi tan efímero cómo ese frenético número de algo más de un minuto que terminó de aquilatar su reputación y su gloria. Podría decirse, incluso, que su irrupción en la música fue tan explosiva y fugaz cómo una gran bola de fuego que terminó por arrasarlo todo a su paso. Incluido a él.

7 comentarios:

  1. Espléndida entrada, Tyla, rematada con tan sabias palabras: "Podría decirse, incluso, que su irrupción en la música fue tan explosiva y fugaz cómo una gran bola de fuego que terminó por arrasarlo todo a su paso. Incluido a él". En fin, que ya sabes que opino como tú en esto. Muchísima grandeza, la de Lee Lewis y la tuya.

    Un abrazo.

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    1. Hey, Gonzalo!

      Ya lo decía Bob Dylan: Los primeros rockers son hijos de la bomba atómica. Y una imagen tan poderosa como la de una "Gran Bola de Fuego" no se escapa a ese concepto. Gracias por elogiarme, en igualdad de condiciones, al mismísimo 'Killer'!

      Rock-On!

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  2. ¡Vaya!, ayer mismo le dedicaba una entrada a su "Whole Lotta Shakin' Goin' On", en homenaje al gran Cowboy Jack clemente.
    Poco más a aportar a tu excelente entrada. Jerry Lee era pura dinamita y este "Great balls of fire", un clásico inquebrantable.

    Saludos!

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    1. Bueno, quería decir Clement y no Clemente, ja,ja. Por un momento se me fue la olla, je,je.

      Saludos!

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    2. Hey, Rockland!

      Ya me extrañaba a mí. Ha sido leerlo y venirme a la cabeza la imagen del entrañable entrenador de fútbol con un stetson. Jejeje.

      Jerry Lee tiene momentos que son absolutamente pre-punk, a su directo en el Star Club de Hamburgo, ante un puñado de alemanes borrachos, me remito.

      Gracias por comentar, Rock-On!

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  3. Enorme entrada, Tyla, me ha encantado. JLL, Sun Records y el primigenio r'n' no podían tener mejor crónica.
    Un abrazo.

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    1. Intuía que esta entrada es de las que le alegran las pajarillas, Agente!

      Muchas gracias por los cumplidos.

      Rock-On!

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