Asimilados por la parroquia heavy como uno de los suyos, reducidos por buena parte de la prensa especializada a la categoría de anécdota, víctimas de una actitud incomprensible por parte de aquellos que les critican el vivir aferrados a una fórmula (que, sin embargo, serían los primeros en poner el grito en el cielo en el -improbable- caso de un golpe de timón en su sonido). Equívocos, muchos equívocos parece haber en torno a AC/DC y el telúrico rock and roll que llevan forjando desde hace muchas lunas.
El primer supuesto, en cierto modo, atesora su parte de lógica: Nos encontramos ante uno de esos grupos, cómo pueden serlo también KISS o Motörhead, que parecen diseñados para inocular el veneno del rock a adolescentes desprevenidos. Adolescentes entre los que, claro, se encuentra un porcentaje significativamente más alto de heavys que lucen su imaginería con orgullo. Los otros dos supuestos, por contra, son de díficil defensa: Habría que intentar explicar, supongo, que el formulismo resulta un lastre cuándo la calidad decae, solamente, y que son muchas las veces que un exceso de evolución enmascara las limitaciones del que no sabe, no puede, construirse una personalidad reconocible.
El debut en largo de AC/DC mostraba una parte, pero no la versión completa del sonido que los australianos sabrían elevar a la categoría de canon: Sí, la todopoderosa influencia de Chuck Berry ya está ahí, guiando el concepto del redondo surco a surco, enmascarada -que no sepultada- bajo una compacta muralla de power chords, destellos solistas y base rítmica sólida cual bloque de granito; Pero también hay un tono deslavazado envolviendo la producción, unos ciertos flecos glam vía Slade que, lejos de resultar un hándicap, terminan de conferirle al elepé un aura especial, así como la categoría de piedra fundacional de un sonido monolítico y mil veces imitado -cuando no directamente clonado-, pero poseedora de la suficiente bisoñez para mostrar a través de sus poros de dónde venían, sónicamente hablando, sus autores, ubicarlos en un contexto.
No le faltan a "High Voltage", desde luego, argumentos para constituirse como un pequeño clásico por derecho propio. Apabullante colección de himnos, catálogo de verdadero arena rock conducido por el impepinable sentido del riff de los hermanos Young y la procacidad, honestidad y chulería de Bon Scott, parece mentira que nos encontremos ante lo que fue su primer trabajo.
Proclamas metarockistas en las que confirmaban el que parecía ser su destino manifiesto en ésto de la música del Diablo ("It's A Long Way To The Top (If You Wanna Rock And Roll)", "Rock And Roll Singer"); Oscuros destellos de blues rock vacilón ("The Jack"); Decibélicos escupitajos del calibre de "Live Wire" o la hooligan "T.N.T"; Salvas en las que pagaban sus deudas con el glam rock tan en boga entonces ( El boogie "Can I Sit Next To You Girl?", que no en vano se trata de una regrabación del primer single del combo, de aquellos tiempos, todo plataformas y rayas, en que la voz la ponía Dave Evans); Insólitas descargas a medio tiempo ("Little Lover"); Viñetas de jocosa sexualidad ("She's Got Balls") y la definición perfecta, de manual, de lo que andaban haciendo contenida en el título -y lo que tras él se esconde- de "High Voltage".
Eso, todo eso era lo que podía encontrarse entre los surcos de "High Voltage". Lejos aún de sus días de gloria, del sentimiento de celebración masiva de sus shows, de las ventas multimillonarias, de los gimmicks escénicos de distinto jaez: Plenamente confiados en la pulsión eléctrica y exultante de su sonido, ejecutándolo con una austeridad que desafiaba las tendencias más bombásticas de la época, preludiando en buena medida el punk. Poseedores, en definitiva, del tarro de las esencias del rock and roll; Del ruido y la furia; la pasión y el júbilo; la subversión y la sexualidad que pueden desatarse pulsando tres acordes.
Vuelves con los más grandes, los cinco australianos más universales. ¿Qué decir, Tyla, qué decir? Pues lo que tú escribes. No sé si una catedral o una iglesia románica, en todo caso, arte perfecto.
ResponderEliminarUn abrazo.
...Maestro!
EliminarDespeina, despeina el rock and roll del debú acedeciano: Altísimo tronío. Demuestras rockerío de bien al amarlos -las entradas acerca de ellos en tu blog te delatan- como los amas.
Rock-On!
"No le faltan a "High Voltage", desde luego, argumentos para constituirse como un pequeño clásico por derecho propio." ¿No lo son todos -los albumes con Bon Scott-? jejeje
ResponderEliminarBuenísimo retorno, Tyla. Saludos.
Agente!
EliminarCertera cuestión la que dejas flotando en el aire. No hay, en efecto, disco malo -ni tan siquiera por debajo del notable- con Bon Scott, aunque confieso que éste, junto con "Highway To Hell", es de mis preferidos de esa etapa, y, por extensión, del grupo.
Gracias por tus elogios.
Rock-On!
Aunque ya tenían dos discos éste "recopilatorio" supone para todos el debut de las bestias pardas.Nada que añadir a tan estupenda parrafada.Mi disco preferido,aunque es complicado decidirse por uno.Un placer que hayas reactivado el blog porque anda que no me haces visitarlo en vano,maestro.
ResponderEliminarLou, compañero, que grato leerle!
EliminarSiento lo de las visitas en vano, pero es que llevo un año superajetreado, colega. Me alegro que te haya gustado el texto.
Rock-On!
Muy fan de la época Bon Scott, Brian Johnson me enerva. Desde Back In Black no han hecho una obra maestra. ¿No has reseñado Powerage? ¡Me encantaría¡
ResponderEliminarUn abrazo, Alfonso.
Hey, Alex!
ResponderEliminarBueno, yo soy muy fan de las dos etapas. De hecho, los descubrí,hace una eternidad, con "Back In Black" que sigue siendo junto con el reseñado más arriba y "Highway To Hell" mi preferido de los aussies.
"Powerage": ¡Buena cosa! el disco punk de AC/DC. Caerá algún día, ¡seguro!
Me alegra leerle por aquí, Rock-On!
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